¿Autoestima en Psicoanálisis?


A veces es mucho más interesante charlar con médicos y psiquiatras que con ciertos psicólogos. Al menos los primeros no están contaminados de todo el arsenal psicológico con que la formación universitaria intoxica. Y digo arsenal puesto que en vez de escuchar al paciente, se usa para batallarlo, para contradecirlo incluso, cuando sería mas interesante preguntar que afirmar.


Veamos: un analizante me cuenta que se ha prestado para la realización de una batería de test (las que usualmente constituyen el work-in-progress de los estudiantes de psicología, como si, al modo de una verdadera residencia hospitalaria, garantizaría la escucha del profesional) a una colega en formación. Como es usual, y luego de realizados los test respectivos, la futura colega entrega a mi analizante la devolución de rigor. Como el analizante ha "demostrado" cierta inhibición ante ciertos actos (por ejemplo encarar una chica en un boliche) o ciertos otros menesteres proyectados en una serie de dibujos; la futura colega concluye en ¿adivinen qué? Sí, adivinaron: fácil adivinar cuando se trata de los siempre afables latiguillos que la psicología clásica nos tiene acostumbrado: parece que el entrevistado tiene "baja autoestima".


Como el sujeto en cuestión viene realizando un análisis hace un par de años, relativamente corto comparado con otros pero muy provechoso en su subjetividad personal, ya ha entre-escuchado, vía el analista, que siempre el problema es inverso: se trata de demasiada autoestima, es decir: de un narcisismo encriptado en el síntoma. Y como -ni lento ni perezoso- este sujeto no tiene un pelo de tonto y tiene mucho de rebelde, prefiere abrir el debate increpando a la futura colega en cuestión y preguntando: "¿No será al contrario que tengo mucha autoestima?". Pero no. Con el discurso Amo de la psicología no hay con qué darle. ¿Cómo se atreve a discutir un discurso avalado por la Universidad? ¿Cómo es posible que la Charlatanería tenga más saber que los Manuales? ¿Y -aparte- de dónde saca este sujeto que el problema es del Yo cuando en realidad el Yo es nuestra parte más sana?


Algunas preguntas al paso: ¿Se le ocurrió a la susodicha pensar por qué será  que el sujeto preguntó eso? No. No se le ocurrió. ¿Puede pensar mi futura colega que, mas allá de lo que se vende en la facultad de psicología, el sujeto va a una terapia a hablar y si dice lo que dice es por algo? No, claro que no. ¿Puede pensar esta entrevistadora que el Yo no es más que una construcción sintomática y ficticia con la cual los sujetos nos engañamos permanentemente, puesto que es una pura alienación imaginaria? No, tampoco. ¿Puede pensar que el Yo y el síntoma son isomórficos y que por eso Lacan ha luchado toda su vida contra lo que Roberto Harari ha denominado “el reino de la yocracia", y que lejos de baja autoestima, el problema es que con el Yo el sujeto se defiende todo el tiempo, y que si se defiende la muralla está más alta que nunca? No, tampoco.


Entre paréntesis: no es raro encontrar colegas que todavía no advirtieron que una defensa es una muralla, una coraza total, y lo que llama la atención es esta contradicción teórica en la que caen: si hay una inhibición es porque hay una defensa (sería bueno que hagan menos Test y leyeran un poquito más a Freud y que entiendan de una vez por todas que toda defensa –al igual que el síntoma- protege y por qué y de qué: me ha pasado que preguntando estas cosas en algunos grupos, todavía no saben de qué cuernos el sujeto se defiende). Entonces, ahora: si hay una defensa, ¿como es posible que sigan hablando de bajo Yo? ¿O es que todavía tampoco se entiende que toda defensa es del Yo?


¿Cómo es posible que no se comprenda –cosa que los grandes teóricos de la Economía han estudiado en toda la historia- que todo el accionar del sujeto nace y muere en el Narcisismo, es decir: que no hay nada que el sujeto no realice sino orientado, conducido, canalizado, en las vías de la utilidad narcisistíca que le pueda brindar? ¿O vamos a seguir pensando –naifmente, si se me permite adjetivizarlo así-  en que la palabra “utilidad” es mala? Eso, en todo caso, es un problema de cada uno; pero no vamos a descubrir ahora que los sujetos se mueven por la UTILIDAD, lo digo en grande, que les puede ocasionar esa acción.


Por otro lado, me preguntaba, ¿cómo es posible que no se entienda que el más inhibido, el sujeto más melancolizado, el que duerme todo el día sin producir absolutamente nada, es el más narcisista? ¿Tampoco han leído al Freud de 1914 cuando habla de la retracción de la libido hacia el Yo? ¿Hay algo más narcisista que un sujeto que sólo piensa en dormir? Observemos a los bebés, sino… ¿O todavía no se dieron cuenta -los diplomados “psi”- que el dormir es el máximo nivel narcisista de un sujeto y que por eso le está permitido volar o matar, es decir: gozar sin límite? 


A mi me parece que –como digo siempre- hay que recurrir al sentido común… es la mejor manera de leer a Freud: y de paso contesto a muchos correos que me preguntan cómo leerlo. Yo insisto: escuchando al analizante que nos enseña sesión tras sesión qué es el psicoanálisis y qué valor tiene lo inconsciente y qué pito juega el Yo en este Reinado del Síntoma.


Dedico pues a este analizante advertido de su síntoma, rebelde e inhibido a la vez (como es lógico en los procesos de alineación y separación (Bejahung & Ausstossung) en que los analizantes basculan todo el tiempo en los avatares de su análisis), este recorte de Roberto Harari que, a cuento en estas cuestiones siempre escuchadas de la psicología de las buenas intenciones (aunque yo las llamaría psicología naif)  viene aquí como anillo al dedo.   map



En la recta línea de lo tan sagazmente señalado por Freud, cabe aseverar que el sentimiento de si, en efecto, se siente. Pero claro: se siente en función de una constelación significante que hace las veces de blasón heráldico del sujeto; por eso, su condición -no por ello desdeñable- lo posiciona en el rango de lo fenoménico. Como obturador de la rajadura yoica no deja, en tal respecto, de insuflar un hálito triunfal, el que, como señal, sindica la vigencia vivida de ese delirio del hombre normal conocido como libertad a priori. ¿Qué quiere decir esto? Que, es claro, nuestra apuesta como analistas -y no como metafísicos- hace a la libertad adquirida como efecto de la cura, toda vez que se logra el "desabono" a lo inconsciente postulado por el "último Lacan". A contrario imperio: la libertad pregonada, enaltecida y creencial no comporta, a mi entender, sino la sujeción ignorada a las condiciones de un goce parasitario cuya defensa muestra -a la Freud- que se ama, neuróticamente, al síntoma como a sí-mismo. Véase entonces: no es que el neurótico "rebaja su autoestima" en función del síntoma, sino que, a través del síntoma, resiste un sentimiento de sí. De no captarse esta inflexión, en efecto, se seguirá insistiendo, a la usanza psicoterápica, en la creencia de que el neurótico es tan sólo un "impedido", forcluyendo, de tal modo, cómo "logra" -merced a la fantasmatización sintomal- su satisfacción gozosa al plasmar lo aloplástico en tanto autoplástico. Vale decir: por su introversión libidinal, por su pegoteo al goce, sostiene su sentimiento de sí, configurando de tal modo uno de los vectores nodulares desde su deseo resiste (encubierto, claro).

(...)

Por lo apuntado, no cabe sorprenderse de que en "nuestra" civilización de hoy prime el reinado -autopostulado, y con el consiguiente plus-de-gozar pegoteado y parasitario-, el reinado, decía, del yo y de la consciencia. Sí: es el reino donde campea una cabal yocracia. Y ¿qué perspectivas puede darse el yo "puesto" en una escena curativa? ¿Cómo puede concebir los alcances de una "mejoría" en su condición (presuntamente trastornada)? Por último ¿cómo puede un "psi" congraciarse con el yo, sino especularizándose con sus demandas? Las cuales  para mejor precisar, pueden resumirse en una consigna central, a saber: "yo estoy mal porque tengo baja mi autoestima; yo puedo elevarla, y puedo elevarla porque, al decirlo muchas veces, ya compruebo que yo puedo, por lo que le pido a Ud. que me lo asegure siempre". Y así, de continuo. Este revote entre la imagen especular y un acto de habla preformativo -esto es, que "se cumple" al verbalizarlo, puesto que no reenvía a referente heterogéneo alguno- sindica una pendulación, una encerrona imaginaria, cuya no infrecuente salida (?) consiste en la producción de un síntoma "psicosomático". Lo cual, claro está, revela una vez mas el sesgo "obsceno y feroz" -Lacan dixit-, o sea, superyoico, vehiculizado por una concepción presuntamente ingenua, anodina y bienintencionada. Sí: la yocracia y el volicionismo "autoestimado" no son sino disfraces aggiornados de la iatrogenia psicoterapéutica.
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Roberto Harari
¿"Autoestima" en psicoanálisis?
En: La pulsión es turbulenta como el lenguaje.
Ensayos de psicoanálisis caótico.
Ediciones del Serbal
Barcelona / 2001
ARTE:
Lisandro Demarchi
Rencores de una Geisha
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